Tanto quise ser un buen samaritano que tuve que volver a ti como un hijo pródigo, sin bolsa y sin vida, sin nada para darte y con poco que pedirte. Viví plantando y regando, pero antes de recoger nada sembré la mala hierba y pudrí todos mis frutos. Me vi leproso, como ahora, con esa lepra que no mata el cuerpo sino el espíritu, y voy desparramándome, derramando mi sangre sin sacrificio ni redención que me la devuelva. Veo morir a los de mi calaña, perderse sin remedio en el olvido, derretir su corazón porque sí, porque es lo que nos pasa y punto, porque lo ordenan Baal y las estrellas.
No creas que no: he buscado alternativas. Si vine con las manos vacías fue por haber entrado en el hoyo de la serpiente, buscar el fruto de la vida e inventarme el del olvido, una frágil mentira para que todo pudiera ser; pero corrí tras el viento, y él corría más, y jamás pude atraparlo.
No busco una liberación a un cautiverio; no busco un recobro de vista al ciego, ni que ahora que estoy quebrantado me despaches con una liberación; nada de eso hará callar el crujir de mis dientes. Vengo a ti que puedes hacer algo, pero no nada de eso. Vengo a ti como última opción, sin obligarte a nada, sin suplicarte de rodillas, sin lágrimas en los ojos, que ya no me quedan (ni lágrimas, ni ojos, ni rodillas). Vengo a ti porque, si quieres, seré otra vez.
Vengo a ti porque si tan sólo quieres, puedes limpiarme.
Perro semihundido Francisco de Goya |
Barcelona, 24 de febrero de 2011
1 comentario:
He contado 17 referencias bíblicas, ¿puede ser? :D ¡Me gusta! ¡Ya espero el próximo!
¡1besoo, señor Fernández!
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