Hay una cosa a la que es necesario que te acostumbres, y es a leer todos los días (como un breviario) alguna cosa buena. A la larga penetra [...]. Nadie es original en el estricto sentido de la palabra. El talento, como la vida, se transmite por infusión, y hay que vivir en un ambiente noble, adoptar el espíritu de sociedad de los maestros. No hay nada malo en estudiar a fondo a un escritor con un genio totalmente diferente al que uno tiene, así no puede imitarlo.

Gustave Flaubert a Louise Colet, 7 de junio de 1853.

Acantilado

(Acá en tu lado)

Les pregunté a las olas, y tú fuiste la respuesta. Tú, una Venus augusta nacida del agua, ojos turbadores blancos de sal; tú, tan origen y fin de todo, tan absoluta, y a la vez tan efímera como la figura que el mar dibuja en el aire, entre la bruma, cuando rompe contra las rocas. Estás tan ausente que te recuerdo más que nunca, y la espuma del mar me acaricia los pies como si se me enredaran con tu pelo, como si fueras esas algas que me envuelven los dedos y me arrastran a ti, al mar, a ese espacio vacío entre tú y yo que sólo se llena en mi recuerdo, y se llena de mí, y tú siempre te alejas.
Hay un acantilado donde dicen que puedes dominar el mar, pero yo sé que dominarlo - que dominaros - es imposible, es querer abrazar una estrella con los dedos, acariciar una nube con un paseo. Yo sé - o eso creía - que estábamos tan lejos del cielo, y aún así lo peor fue caernos, perder el equilibrio y desengañarnos, porque la cuerda era floja, realmente floja, y habíamos quitado las redes. Tú caíste ahí, en el mar, y te volviste arena y un fantasma, y yo caí aquí, en este acantilado, donde a veces, cuando sube la marea, te miro, y cuando baja te siento tan lejos hasta en el recuerdo que es imposible dominarte.

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Acantilado
Cora Liliana González

 

Barcelona, 10 de octubre de 2012

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