Hay una cosa a la que es necesario que te acostumbres, y es a leer todos los días (como un breviario) alguna cosa buena. A la larga penetra [...]. Nadie es original en el estricto sentido de la palabra. El talento, como la vida, se transmite por infusión, y hay que vivir en un ambiente noble, adoptar el espíritu de sociedad de los maestros. No hay nada malo en estudiar a fondo a un escritor con un genio totalmente diferente al que uno tiene, así no puede imitarlo.

Gustave Flaubert a Louise Colet, 7 de junio de 1853.

Atentado, postludio en dos movimientos

Primero, la construcción. Hacerse a uno mismo, fabricarse, creerse que se es buena persona. Te lo crees, se lo creen. Hay libertad, miles de formas, las piezas de un rompecabezas que encajan por cualquier parte. Todo eso alrededor de una bomba, pero eso tienes que olvidarlo. ¿Bomba? ¿Qué bomba?
No hay que tardar en aparecer en algún lugar del mundo. Estar, ser, tener. Rodearse. El atentado perfecto. Dejar una huella en todas partes, en todos. Ir soltando piezas, como Hansel y Gretel soltando migas de pan, solo que el pan son ellos mismos. El pan eres tú.
Luego, se aleja a unos cuantos, a los que no se quiere matar. Ser el malo, parecer terrible, irrazonable. Morir antes que matar, a veces es necesario. Situarse. Redistribuirse. Desaparecer un segundo. Reaparecer. Implosión. Explosión.
Ver el daño que has hecho. Ver tus piezas, ver el humo, el fuego. Apagarlo con lágrimas, no hay que temer una sequía porque no la habrá. Sentirse vacío. Dormir. Pensar. Volver.
Reconstruir, crear, a uno y a los demás. Ser perdonado. Perdonarse.
Construirse alrededor de una bomba. Resituarse. Olvidarlo.
¿Bomba? ¿Qué bomba?
Volver a empezar.
La muerte de Marat
Jacques Louis David
Barcelona, 9 de marzo de 2011

1 comentario:

Lorraine dijo...

Wow, me deja usted francamente impresionada, me encanta esta entrada :)