Hay una cosa a la que es necesario que te acostumbres, y es a leer todos los días (como un breviario) alguna cosa buena. A la larga penetra [...]. Nadie es original en el estricto sentido de la palabra. El talento, como la vida, se transmite por infusión, y hay que vivir en un ambiente noble, adoptar el espíritu de sociedad de los maestros. No hay nada malo en estudiar a fondo a un escritor con un genio totalmente diferente al que uno tiene, así no puede imitarlo.

Gustave Flaubert a Louise Colet, 7 de junio de 1853.

La persistencia de la memoria

Al entrar en el bar las cenizas volaron y se me hizo un nudo en la garganta, una bola de polvo y saliva que se me disolvió en el estómago. Parpadeé para arrancarme la ceniza de los ojos y pasé dentro, donde la ceniza seguía flotando en una niebla negra. A cada respiración, ceniza; a cada mirada, lástima.
Una luz tenue, anaranjada, bailaba con la oscuridad en el techo, justo sobre dos novios, vestidos ceremonialmente ad hoc, inmóviles en el movimiento de un baile, en un tiempo balanceándose, ahora congelados. Ella, piel blanca, casi tanto como el vestido; él, la juventud eterna como evidencia en las mejillas, en la frente; ambos enterrados en vida en una pausa indefinida. Algo más allá, dos pares de mesas y otras tantas sillas.
Al otro lado, la barra. Un hombre con tres dedos de barba y la boca abierta en medio de ella apoyaba la frente en el tablero de madera grana, aferrándose a un vaso de ginebra a medias que contra todo pronóstico sí se llevó a la tumba, siendo su tumba el tiempo, siendo su ataúd su propia carne. La peste a sudor era lo único en él que había logrado la vida eterna.
El camarero, de perfecto esmoquin, aguantaba por el pie una copa con una mano y con la otra tumbaba en el aire una botella de Bourbon, y en el aire también flotaba el chorro de bebida en su trayectoria, evidentemente incompleta, entre la botella y el vaso. Me acerqué, toqué el líquido con un dedo y sonó una gramola encendiéndose: primero, los chasquidos de la ceniza sobre el vinilo; luego, Elvis. Don’t, don’t, that’s what you said… Las cenizas se escondieron, el Bourbon llegó a la copa y la pareja siguió bailando, mejilla con mejilla, agarrados, crujiendo la madera bajo sus pies. El borracho murmuraba algo con voz triste y cascada, y seguía aferrándose a la ginebra.
El camarero me tendió la copa de Bourbon, sonriéndome como si hubiera estado allí desde siempre, y me dio las buenas noches. Cogí la copa y me giré hacia la pareja que bailaba, que inventaba la historia que hubieran podido tener si no los hubiera atrapado el tiempo, si no hubieran estado en el momento equivocado en el lugar equivocado y si ese momento equivocado no fuera el único que les quedara. Intenté no acordarme de nada, no resucitar mis recuerdos como los había resucitado a ellos, y los miré. No recordé nada, pero una sombra de un tiempo me cruzó por la mirada como un fantasma.
Los que vienen una vez, o se quedan o no vuelven”, murmuró el borracho. Apuré la copa y la dejé en la barra. “¿Otra?”, me preguntó el barman. Asentí, y oí el cristal arrastrado por la madera, y seguí el coro de la canción con un hilo de voz, Baby don’t say don’t, don’t, don’t… El Bourbon empezó a caer en la copa, y se detuvo; su ruido, la voz de Elvis, el baile, la voz del borracho, todo paró, y la ceniza apareció de nuevo.
El Bourbon volvía a flotar en el aire y los que antes respiraban ahora brillaban delicadamente como muñecos de cera. La niebla negra se había levantado entre mí y los novios, quietos en el mismo paso del que los había despertado, allí donde un día empezaron a vivir para quien quisiera recordarlos. Me pareció que a ella la había visto en alguna otra parte, y se movieron sus ojos verdes; pero la olvidé, y murió de nuevo. Esperé hasta vaciarme de recuerdos y abrí los ojos para volver aquí, fuera de la taberna, aún aprendiendo a olvidar algo que ya no recuerdo.
Der Wanderer über dem Nebelmeer
Caspar David Friedrich
Barcelona, 28 de marzo de 2011

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"La memoria es selectiva y tiende a borrar las partes duras, va armando un recuerdo basado sólo en lo más dulce… Pero hay que tratar de ser honesto." - José Saramago.

Por un momento has hecho que recuerde una canción, que al igual que tu texto, me trae muy buenos recuerdos. Muy bueno, gracias!

J.

Anónimo dijo...

Me sigue sin gustar lo que escribir, no te entiendo.
El de detras a la izquierda, he vuelto!

T.M. dijo...

Precioso. Hace vibrar el alma , sï , he dicho el alma : el cuerpo con vida de los que tenemos recuerdos. Recuerdos buenos y malos . A mí me indignan los malos, pero, me da mucho miedo olvidar los buenos. En estos últimos está este gran escritor. Por si algún día sufro de Alzehimer, no te separes de mí.Por favor