Las palabras son acordes. Uno puede hablar en si menor, en fa, o en re disminuido. Hay poesía hecha en quintas, directísima y potente; hay punteos en espiral en cualquier sopa de letras, y solos de saxofón entre verbos explosivos. Hay frases que están a medias, hay ritmos…
Hay cacofonías y el timbre roto de un despertador, el teléfono de casa suena como en los sesenta, el jazz ya son pisadas en la calle, parloteos oprimidos por un rock and roll de adverbios. Impunemente, libremente, totalmente. Hay blues de revolución, adoquines donde se alzan las cabezas para cantar lo de siempre de una forma diferente, y es que suena diferente lo que nos pareció igual.
Hay ritmos de tres que se acercan al vals, y promesas de tango en dos frases unidas con facilidad; los hay de dos, que van con un dolor en pleno pecho, casi viejos de querer durar por siempre; hay palabras que uno sabe que no son, que suenan desafinadas, pero somos todos improvisación universal, in crescendo sincopado, abrumando al mundo con la disonancia de un total que nos da igual que sea mentira, que nos gustan las mentiras si están dichas de verdad.
En blanco II Wassily Kandinsky |
Barcelona, 2 de marzo de 2011
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