Empezamos arrancándonos trocitos de corazón. “No hacen falta”, dijimos, y los lanzamos al vacío que en ellos había quedado. Aquello se fue haciendo costumbre, y cada tanto yo te encontraba con el corazón en una mano y el cuchillo en la otra. “No es lo que parece”, pero llegabas tarde, y no conseguirías tener más corazón que yo. A cada pedazo llorábamos menos, hasta que nos secamos, y en un terreno mojado con sangre y lágrimas crece más fácil la revolución.
Que llegara el incendio era cuestión de momentos. Que si una cerilla aquí, que si una colilla a medio apagar, que si no recuerdo haber encendido el gas, todo con mirada inocente, tiernas ovejitas con alma de lobo. Cuando explotó nuestro infierno casi no nos dimos cuenta, y si el fuego no hubiera quemado sus páginas yo aún estaría leyendo aquel libro.
Pero nos faltaba algo. Nos moríamos de ganas de prender y nos faltaba combustible. Las cuatro paredes no bastaban, y la cúpula del universo era tan limpia… Y así fue como, entre los dos, provocamos el apocalipsis.
Fire Rachel Baum |
Barcelona, 1 de mayo de 2011
2 comentarios:
m'agrada!
Muy bueno! y aquello que no se ve a primera vista, lo mejor ;)
J.
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