La luz del este se fundía desde las cinco de la tarde y desde las cinco de la tarde esperaba verte con tu vestido de noche y tu voz de profetisa, te miraba desnuda junto a la playa, con los hombres mirando tu piel y las mujeres mirándote por encima del hombro. Me mordía las uñas la impaciencia, y me hervía la sangre de esperarte. Tus caminos, tus curvas, tus refugios, no me los imaginaba en tu traje de luces, ni podía ni me atrevía a hacerlo, y sólo un rato más, sólo un rato más.
Era invierno, y a las siete de la tarde casi se esfumó la luz del día. Entonces, corriendo, sin perder ningún segundo en un preludio inapreciable, encendiste tus farolas y naciste vestida de fiesta. Entonces mis pies acariciaron tus caderas, y empezaste a brillar en rojos y amarillos, a parpadear en un blanco virgen cegador. Entonces te volviste la ciudad de las cien luces y yo, de pie en tu plaza, bailé contigo hasta que te desnudaste de nuevo con el amanecer.
Puesta de sol en Barcelona Leonid Afremov |
Barcelona, 15 de marzo de 2011
3 comentarios:
cada día me sorprendes más!
has conseguido que por un momento pensara que me gusta vivir aquí...
J.
saps que mi piace =)
veintepoemasdeamor(y una canción desesperada)
Publicar un comentario